fb_pixel

Joyas maternales personalizadas

Convertimos recuerdos únicos —como la maternidad, la lactancia o un momento especial— en joyas con alma que te acompañan para siempre.

Descubre tu joya maternal

Joyas maternales personalizadas

Convertimos recuerdos únicos —como la maternidad, la lactancia o un momento especial— en joyas con alma que te acompañan para siempre.Descubre tu joya maternal

Mi lactancia Parte 2: Tándem

La joya que nació de uno de los momentos más duros de mi maternidad

El embarazo, el miedo… y el primer destete

Cuando supe que estaba embarazada de mi segunda hija, me invadieron muchos sentimientos. Entre ellos, el miedo.
Mi hijo tenía solo 16 meses y nuestra lactancia —construida a base de mucha entrega y esfuerzo— estaba en su mejor momento. Pero me sentía agotada, y sobre todo, temía que en alguna de esas noches donde dormía encima de mí, pudiera hacerle daño al bebé en camino.
Así que, muy a mi pesar, iniciamos el destete nocturno. Fue un proceso duro para los dos. Mi intención era compensar con el pecho durante el día, y que él pudiera vivir su destete total cuando estuviera preparado.

Un golpe inesperado

El embarazo transcurrió con normalidad. Ya en el último mes sentía que quizás lactaba en seco, pero él seguía pidiendo, y yo seguía ofreciendo con amor.

Cuando cumplí las 37 semanas, con todo preparado para la llegada de mi hija, ocurrió uno de los peores días de mi vida.
Le pedí a Javi que salieran un rato al patio a jugar. Apenas pasaron cinco minutos, cuando volvió corriendo con el niño en brazos, llorando y diciendo que se había caído, que algo no iba bien en su pierna.
Llamamos a la ambulancia. Lo llevamos entablillado con una tabla de un cambiador viejo. En urgencias nos atendieron rápido, pero nos confirmaron lo que temíamos: fractura de fémur. Había que operar y colocar un yeso pelvipedio.

Había tomado pecho justo después de la caída, para calmarse, lo que implicaba que tendrían que esperar varias horas antes de poder aplicar anestesia. La espera fue angustiosa, llena de contracciones por el estrés. Solo pensaba: “Por favor, que no me ponga de parto ahora.”

UCI, hospital, y lactancia en condiciones extremas

La cirugía fue bien, pero tuvo que quedarse en la UCI pediátrica. Solo podía quedarse un adulto con él. Me costó muchísimo tomar la decisión, pero fue Javi quien se quedó esa noche. Yo me fui a casa con el corazón roto.

A la mañana siguiente estuve allí desde temprano. Verlo así, con dolor, inmóvil, con esa “armadura” y sueros por todos lados fue muy duro. Estuvo una semana ingresado, y entre Javi y yo nos turnábamos.
Lactar en esas condiciones —embarazada de 37-38 semanas, él en cama, con yeso, vía, y sin moverse— fue complicado. Pero el pecho era su mayor consuelo, sobre todo en los momentos de dolor.

El destete total no era una opción en ese momento. Bastante estaba viviendo ya como para sumarle otra pérdida.

Encierro, calor y una segunda operación (casi)

Después del alta, nos fuimos a casa de mis padres, donde pudimos usar una cama articulada.
Era pleno julio, una ola de calor insoportable. Nos encerramos en una habitación e intentamos hacerle los días más amenos con cuentos, canciones, películas, juegos… Él, a pesar de todo, no dejó de sonreír. Nos dio a todos una gran lección.

Cuidar el yeso fue todo un reto, especialmente con los pañales. Pero aprendimos.
A la semana, en la primera revisión, esperábamos buenas noticias… y fue un jarro de agua fría: la fractura se había desviado. Había que operar de nuevo.
Lo pasamos fatal. Pero luego, una llamada inesperada: tras reunirse todo el equipo de traumatólogos, decidieron esperar y seguir con el tratamiento conservador. Dos semanas más de espera para una nueva valoración.

El parto… y la mejor noticia al mismo tiempo

Esas dos semanas se hicieron eternas. Sumábamos incertidumbre, agotamiento, y la tensión de no saber cuándo llegaría mi parto.
La noche antes de la revisión, ya de 40+3 semanas, me acosté con muchas contracciones. A las 4:00 am me desperté con dinámica clara: nos fuimos al hospital.

Mi hija nació a las 10:50… en la sexta planta del hospital.
A las 11:00, mi madre estaba con mi hijo en la cuarta planta, justo entrando a su revisión.

Cuando llamé para contar que ya había nacido, me dijeron:
Todo va genial. La fractura está haciendo callo. No hay que operar.

Solo entonces pude respirar con tranquilidad y empezar a disfrutar del nacimiento.

Primer encuentro entre hermanos… nada como lo imaginé

Volvimos a casa. Mi hijo seguía con su yeso, cansado de todo. Cuando le presentamos a su hermana, su primera reacción fue:
No gusta el bebé.

Y peor aún cuando vio que también tomaba teta.
A esto se sumó su segundo cumpleaños, en plena “adolescencia” infantil, con rabietas continuas. Fueron días intensos, de llanto y mucha frustración.

Dos semanas después, por fin le quitaron el yeso. Pero aún tuvo que hacer dos semanas más de reposo antes de volver a andar. Al mes, por fin, regresamos a casa.

🌸 Lactancia en tándem: un acto de amor en equilibrio imposible

Pocos días después de nacer mi niña, la lactancia en tándem se convirtió en una coreografía tan surrealista como poderosa. Mi hijo, aún escayolado en la cama, seguía necesitando su consuelo, y mi bebé recién nacida también reclamaba su lugar en el pecho.

Las posturas que adoptábamos eran dignas de una escena de circo, entre almohadas, cojines y malabares de amor. Yo, con mi cuerpo aún recuperándose del parto, daba el pecho a los dos al mismo tiempo: uno tumbado sin poder moverse, el otro encima, buscando su espacio en este nuevo mundo compartido. A veces sentía que me partía en dos, literalmente. Pero a la vez, me reconectaba con una fuerza interior que nunca antes había sentido.

🤱 No era cómodo. No era fácil. Pero era real.
Eran momentos de entrega absoluta, de noches sin descanso, de días eternos con lágrimas, rabietas y sonrisas. Cada toma era una decisión de presencia, un acto de resistencia emocional.

Lactancia en tándem: lo más bonito y lo más difícil

La lactancia en tándem fue todo un reto emocional.
La bebé era tranquila, y todo fluía con ella. Pero él seguía arrastrando sus propios procesos, sus celos, su necesidad de atención.
Y yo me sentía saturada, dividida, con momentos de agitación por amamantamiento hacia él. No podía destetarlo de golpe, necesitaba sentir que su lugar no había cambiado.

Sostuve esa etapa durante seis meses más, y luego empezamos un destete respetuoso, progresivo, y pactado. El último día fue precioso. Lo decidimos juntos.

Hoy en día, sigo disfrutando de la lactancia con mi hija. Y de aquel momento tan duro, tan intenso y lleno de amor, nació Tándem, la joya que simboliza todo lo que vivimos junto

¿Qué representa la joya “Tándem”?

Tándem es una joya emocional única, hecha de un recuerdo profundo. No es solo una pieza: es un pedacito de vida, de fuerza, de maternidad real.

Si tú también has vivido una historia así y quieres transformarla en una joya Tándem que te acompañe, estaré encantada de escucharte.

¿Con ganas de leer más?

Mi carrito0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0